18 de Enero 2005
No volveré a ser joven
Funciona por fin zonalibre.org, el servidor que alberga mi blog tras un parón de días por culpa de un cracker
He caído en la cuenta de que llevaba más de dos semanas sin escribir en el blog. Allá en casa mi acceso a Internet es vía módem y sin tarifa plana. Parece mentira como un año de uso de ADSL me hacía sentir con un módem v.90 como si fuera a pedales por Internet. Para poder sentir que me entero realmente de lo que está pasando en el mundo dedico horas a mirar las páginas webs más insospechadas. De todo ello apenas queda reflejo en este blog pero es algo que va quedando en la memoria y a veces en el disco duro. Con la cuenta del teléfono corriendo y sin poder abrir a placer todas las pestañas del Firefox me limité a leer los blogs habituales y mantenerme al día. Como dije tras una semana alejado de la civilización parafraseando a Gibson "las noticias marchan como si alguien tuviera el dedo puesto en el botón de avance".
Y en este tiempo hemos tenido el Plan Ibarretxe, elecciones palestinas, el tsunami, la campaña de la Constitución Europea... La blogosfera derechosa española ha estado a la altura. Ahí estaban todos esos patriotas agitando la la rojigualda maldiciendo a los otros por ¡nacionalistas!. al grito de ¡Santiago y Cierra España!". El mejor análisis del Plan Ibarretxe que he leído a esta hora, por cierto, es el hecho por Odysseo.
...
Ahora estoy terminando de poner orden en mis asuntos. Algo que llevo intentando hacer desde que me desperté en Madrid el jueves. Pero imposible por lo fue un continuum de varios días de deambular por la Red y por Madrid, y hacer vida social con el círculo madrileño de ciberpunk.net, concluyendo el fin de semana en un intenso día que empezó en la concentración de Juventudes Liberales ante la embajada iraní y terminó de madrugada con mis cicerones enseñándome más bares en una noche que en los que conocía después de un año en Madrid.
Y allí terminé, como siempre, mirando la fauna con la extrañeza habitual y escuchando esa música de los bares que me resulta tan ajena. Me acuerdo ahora de las palabras de un personaje de un tal Herman Hesse en una novela de cuyo título no logro acordarme: "[n]o puedo comprender qué clase de placer y de alegría buscan los hombres en los hoteles y en los ferrocarriles totalmente llenos, en los cafés repletos de de gente oyendo una música fastidiosa y pesada". Y fue como si todo aquello a lo que le he estado dando vueltas durante mi retiro navideño hubiera terminado de sedimentarse.
Un ·ámbito bucólico", como decían Les Luthiers, fotografiado por mí estas navidades
Lo bueno de llegar a esta edad y de esta soledad en Madrid es que el control social de los grupos y del entorno ya no te afecta. Y mejor aún, ya no hay que justificar nada ante los demás, aunque hagas y seas exactamente lo mismo que diez años atrás. Lo que en alguien cerca de los veinte se consideraba raro, cerca de los treinta no llama la atención. El sábado en Malasaña, viendo divertirse a toda aquella gente normal ni siquiera hubo un atisbo de mi habitual desazón por haberme tocado vivir con el paso cambiado. ¿Me hago viejo?
Ha llegado la hora de ponerse en marcha. De dejar de esperar el milagro. De dejar de ser la joven promesa al que todos han dado este tiempo condescientes palmaditas en la espalda. Está en mi mano cambiar el argumento de la obra.
Toca ahora construir, en vez de tener que ir siempre a la contra. No resulta fácil, claro. Llevo demasiado tiempo de francotirador solitario y los viejos hábitos no se abandonan. Di un salto el día que me encontré mi nombre y careto en el boletín de ciberpunk.net, después de jamás haber revelado en este tiempo mi nombre, procedencia y aspecto. Y en el cara a cara sigo levantando nubes de tinta como un calamar. (¡Cómo me gusta hacer que me subestimen!). Y me preguntaba al incorporarme como invitado a ciberpunk.net si esa luz que entraba ahora no me cambiaría la perspectiva de las cosas.
Sé que 2005 va a ser el año.
First we take Manhattan. Then we take Berlin.
Commentarios
Un saludo de otro ciberinvitado que por ahora prefiere el anonimato, es decir, esconderse detrás de la viga en su ojo. Te leo